lunes, 28 de abril de 2008

Cuarto

Leer mientras se escucha*:



Las despedidas son

Esos dolores dulces.


El nombre aparece así. Rápido. Es mucho más fácil llamarse Maria o Juan, nadie duda de esos nombres, nadie se siente sorprendido.
Hola. Y ya estás en una conversación con Maria… Juan, no responde; las cosas se ponen un poco complejas. Por suerte es solo imaginación y Juan aún mira a Maria. Todo sería mucho más fácil si Juan conociera a Carlos, y le presentara a Maria (Carlos también es saber un nombre fácil, por decirlo de algún modo); pero no conoce ni a Carlos ni a Maria. Otra vez se cruzan las miradas. Bueno, en realidad, solo Juan mira; pero es poco menos romántico sin el termino Cruzan antes de la palabra Mirada. Eso piensa Juan mientras imagina a Maria saludándolo antes de subir al colectivo: El brazo se despega un poco del cuerpo, su cabeza gira apenas dejando de ver el coche y, con un movimiento espástico de mano, deja a Maria en un tema menos importante.
Maria todavía no sabe que quiere hablar con Juan. Ahora no sabe que quiere hablar con Juan; pero sabe que quiere que llegue el momento de desarmarse en la cama, aparecer en la almohada y, con una hermosa sensación de violencia, destruir la energía del velador. Todo parece un regalo de Navidad, puesto justo bajo el árbol. Y ya no parece una analogía tan linda como cuando lo pensó. No. Otra analogía que muere en el mismo sentimiento. Carlos va a llamar, tiene que llegar a casa y no desarmarse en la cama, ni eliminar el velador. Esperar que llame Carlos, leer y cenar. O cenar y leer. O que Carlos llame en el medio de las dos. No importa, un colectivo dobla en una esquina lejana – en ese mismo momento empieza la duda de saber si es el que va a casa – se queda mirándolo por un par de cuadras. No es – en ese mismo momento empieza la decepción –

No importa cuanto sepa de él mismo, no puede terminar de entender cuanto tiene que esperar. La mañana, como siempre, se muestra atroz e irregular. El dibujo de las nubes es un cuadro tan convencional, tan caótico, que cuesta entenderlo. Las nubes no son nada hermosas, ni especiales. Los pájaros que detienen los últimos momentos de sueño, y ya no estás descansando. Las persianas, girar la manija y el sol colándose, con una opaca-dolorosa-sucia luz azul y roja.

La luz es simplemente amarilla. Sabe que nunca se resbaló, nunca cometió la herejía de cruzar con una baldosa salida y tropezar, nunca se ha caído. Y eso no forma parte de una metáfora romántica, ni mucho menos. El tipo nunca se cayó. No quiere decir que el niño haya pasado algunos días en el suelo, agarrado de si mismo; pero desde que su razón lo acompaña él nunca se ha caído. Ni tropezado, ni algo por el estilo. En un principio comenzó solo como una sorpresa que, con el tiempo, se transformó en una obsesión irremediable. Los días de lluvia se convirtieron en la histeria de los pasos, de mirar constantemente y sin excusas el suelo. Conoce cada espacio de su casa perfectamente, tanto que impide toda confusión. Y con eso no es suficiente: acomoda los muebles lejos de los senderos imaginarios que transita.

No importa cuanto sepa de él mismo, el karma esencial del habla se demuestra en una tartamudez absurda, sin justificativos. Vamos, nunca le costó hablar ¿Por qué no puede hacerlo con si mismo? ¿Cuánto le cuesta entender? ¿Cuánto tiene que esperar? Hoy no hay nadie. Ya aprendió que ninguna conversación es como el las imagina. Así todo termina en buenos. Se mira en el espejo y contiene un tiempo la respiración, la suelta. El vidrio se empaña un poco, vuelve a la normalidad pronto. Se mira en el espejo y contiene un tiempo la respiración, la suelta. El vidrio se empaña un poco, vuelve a la normalidad pronto… bueno ¿Entonces?

- Juan ¿Cuánto tiempo? ¿Cómo ha estado tu Mamá? Que lástima - ahora con un poco más de inercia en la palabras, más bajo quizás, repite - que lástima.
- No tenés porque saber. No has llamado ¿Estás muy ocupada? – Odia hacer esos reproches, odia saber de las personas; pero como está acostumbrado a…
- No, no mucho; pero no se me ha hecho el tiempo justo – quizás esa excusa resuelva un poco las cosas… no, no resuelve nada – Además, todo esto de… vos sabés ¿no?- ¿Cuánto tiempo? Que excelente pregunta.
Los dos saben exactamente lo que están pensando, entienden a la perfección sus propios pensamientos, sin propias ideas. Y ahora él la va a abrazar; pero se arrepiente cuando ella le dice: “Me parece que viene el colectivo”. No es su colectivo.
-No era…


“Yo no se de que estás hablando. Ya no me puedo acordar de nada. Sos vos la que ahora no entiende las cosas ¡Carajo! ¡Ya estoy gritando!”
(La imaginación de Juan suele pensar esas cosas,
Sepan disculpar)


¿Y si Maria no quiere abrazo? no quiere. Pero Maria quiere abrazo, quiera abrazar y sentir el calor entre el estomago y su pera, acomodar la cabeza en su hombro, respirarle fuerte al oído, tirar de su remera en la parte de atrás. Pero ni en la imaginación sabe cuando soltarlo. Él tampoco, eso es lo que lo aterra quizás. No, lo que le impide moverse un poco a la izquierda y abrirle los brazos en una formal invitación a ser abrazada, es otra cosa. No sabe qué ¿Miedo? Ya no sabe. No le gusta la sangre.

-Nos vemos Maria – Se disipa el trance, la mirada vuelve a la normalidad, se siente vacío -Chau Juan.
Se mira en el espejo y contiene un tiempo la respiración, la suelta. El vidrio se empaña un poco, vuelve a la normalidad pronto. Y se siente vacío. “Chau Juan” se saluda a si mismo.
Ahora baila y en 2-3 del vals, tropieza con sus pies. Ella (¿Maria?) lo mira y se escapa diciendo: Chau Juan. Se siente vacío.
Maria se sube al ómnibus sin haberlo mirado, Juan imagina que lo saluda “Chau Juan” Se siente vacía.

4 comentarios:

Tomás dijo...

La puta, soy groupie de Alfonsina.

Barrabasada dijo...

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/no/12-3356-2008-04-25.html leiste esto , me parece que estamos en la cresta de la ola ! jajajajaja

Barrabasada dijo...

http://bp1.blogger.com/_xO9AE9N0Wtc/R9HzA2_rKSI/AAAAAAAAARo/0pu8qjwCm3g/s1600-h/bifeangosto200406.jpg



inculto cultivate....

Anónimo dijo...

Ay, vamos...
¿por qué no decís que antes de ser María esa perra era Laura?
Ah?

Tramposo.