Hay cosas de las que nunca me atrevo a hablar, como si quisiera mantener en secreto partes de mí, que no significan nada. Se que a nadie les van a importar, ni sorprender; pero prefiero guardármelas.
No hay forma de que se sienta bien, aún. Son las tres de la mañana, hay gin barato volcado en una mesa larga, sin barnizar, de una madera horrenda. Un tipo con una mirada atroz, clavada lejos, en una ventana que solo proyecta noche, oscuridad de barrio, que nunca es tan calma, como la noche debería ser. El resto ausentes, que es lo que se espera que suceda después de las drogas, y la música a todo volumen, y el baile desenfrenado. No hay forma de que se sienta bien, y todos lo miran, como esperando ese momento de lucidez, que siempre nos sorprende, y nos hace reír; pero se está haciendo esperar. Y ahora mira sus manos, mientras alega su infancia, los edificios encadenados por historias de amor inconclusas. Se pregunta cuanto cuesta un poco de calma, un abrazo, la luz del mediodía cruzando las persianas entreabiertas. No tengo respuesta, pero me mira fijamente, porque sabe que estoy con él.
Además tengo un método para mantenerme calmo, con una alegría forzada, como si quisiera creerme cuando digo que vivir vale, un poco, la pena. En realidad si lo creo, pero tengo una imagen de tipo rudo que mantener.
Se que no está intentando encantar a nadie, solamente es lo que sabe hacer, y saca chapa de eso, quizás consiga una chica esta noche, y la fascine con sus historias de Paris, y su verborragia barrial. Pero todavía nada, fuma, agarra el cigarrillo de una forma muy extraña, con el pulgar y el anular de la mano derecha. Alguien más habla, y yo respondo: “Hay familias más espantosas que otras; pero por lo general ninguna es lo suficientemente buena”. El grupo asiente, pero con poca convicción, yo se que la declaración es perturbadoramente cierta, y una de las muchachas piensa en su progenitor golpeando a su esposa en el porche de su casa, y se acuerda de esa sangre espesa marcando el suelo.
También tengo secretos que no quiero guardarme. No significa que quiero contarlos, quiero que se vayan, o sobrescribirlos con versiones menos amargas, más livianas. Voy buscando detalles hermosos en las fachadas de las casas, e intento retenerlos todos; para que mi memoria sea un catalogo esquizofrénico sin terminar. Que todo ahí pierda el sentido.
Hay un silencio largo, se puede escuchar una canción en el cuarto de al lado, a pesar de que el volumen está muy fuerte, se escucha distante, lánguida. La punta de una botella choca contra el borde de un vaso de lata, viejo, y, en cambio, ese ruido se escucha presente, preciso. Ahora estoy seguro de que nadie se siente bien. Me parece sano. Hace años que participamos de esta idiotez, findesemanatrasfindesemana: Bueno muchachos, esta noche toca abandonar nuestros cuerpos, y que sea rapidito, así estamos cortito tiempo con nosotros mismos. No lo pienso como un reproche, ya disfruto sentir el vomito en mi garganta, y de vaciarme en la vereda de mi casa, para no tener que limpiar el baño. Disfruto despertarme en otra casa, con poco ropa, sin saber que es lo que pasó, sin tener la menor idea de quien ronca al lado.
Lamento, a veces, que todos esperen algo de mí. No me interesa que nadie se sienta decepcionado cuando se entere que detesto estar vivo. No puedo explicarme que es lo que me empuja a despertarme cada mañana. Quiero creer que es un final hermoso, con sombras de robles en verano, y salamandras para el invierno, y un abrazo a la mañana y un “Cuidate, porfavor. Te quiero mucho”, cuando todavía estoy en la cama, y una estantería de discos nuevos, y otra de libros guardados adentro mío.
Creo que es hora de que me levante, y vaya buscar una muchacha con ojos grandes, y charlar, y proponerle besarnos en un rinconcito, hasta que la luz de la madrugada nos rapte la vista. Antes de disponerme, lo miro, mientras habla, tan perturbadoramente convincente como siempre: “Me gustaría no estar permanentemente al límite. Quiero tranquilizarme y fumar solo, en el patio de mi casa, y pensar en Chejov, y en el invierno, y en las plantaciones de café”
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